Tras dieciséis años trabajando como maestra, puedo decir que me hace feliz poner mi granito de arena en cada una de las personitas que pasan por mis manos

Allá por los años ochenta, yo era una niña que jugaba a imitar a mi seño de la guardería, así se llamaba lo que ahora conocemos por Escuela Infantil. Mi seño de aquel entonces, se dedicaba a cuidar de nosotros, nos ponía música, bailábamos y sobre todo jugábamos con la plastilina. Su función era cuidar de nosotros mientras duraba la jornada lectiva. La educación obligatoria empezaba en primaria y, con suerte entrabas al colegio con cinco años siempre que la familia estuviese de acuerdo. Yo tuve suerte, tenía dos hermanos mayores que eran mi modelo a seguir así que, como yo era curiosa, entré al colegio sabiendo leer.

Tras dieciséis años trabajando como maestra, puedo decir que me hace feliz poner mi granito de arena en cada una de las personitas que pasan por mis manos

Allá por los años ochenta, yo era una niña que jugaba a imitar a mi seño de la guardería, así se llamaba lo que ahora conocemos por Escuela Infantil. Mi seño de aquel entonces, se dedicaba a cuidar de nosotros, nos ponía música, bailábamos y sobre todo jugábamos con la plastilina. Su función era cuidar de nosotros mientras duraba la jornada lectiva. La educación obligatoria empezaba en primaria y, con suerte entrabas al colegio con cinco años siempre que la familia estuviese de acuerdo. Yo tuve suerte, tenía dos hermanos mayores que eran mi modelo a seguir así que, como yo era curiosa, entré al colegio sabiendo leer.

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